“El agujero” o “Yo odio el hígado”
© Victor Martins Sant’Anna 2002
Traducido al español por Mariana Caldas de Souza Cruz (marianacaldassouza@hotmail.com)
Revisado por Vanina Schembari (@gmail.com)
Introducción:
El personaje empieza la escena sentado al borde de un gran agujero en el centro del escenario y va a actuar todo el tiempo con este único objeto: la ausencia de un suelo. Alrededor del agujero hay algunas posibilidades cómodas como una cuerda para subir, escapar o balancearse peligrosamente sobre el abismo; también es posible que haya una silla para que el actor pueda quedarse allí, descansando, mirando el agujero; o bien palas y arena que permitirían que el actor intentara tapar el agujero. El personaje va a jugar todo el tiempo con las posibilidades que tiene y hablará del pasado; de cuando allí, en aquel lugar, él tuvo la mejor de las vidas. Hasta que un día, al despertarse, se encontró con aquella “singularidad” en el medio de su vida: la persona que él quería, Jan, se había marchado después de diez años de convivencia, dejándole apenas aquel enorme vacío.
“El agujero” o “Yo odio el hígado”
¡Ah, estupendo!
¿Pero por qué este tipo no deja nada sin comentario? ¿Sin marcarlo y remarcarlo? Yo sería mucho más feliz si no tuviera que comentar acerca del agujero que ha aparecido aquí. Un día me desperté y mi vida había cambiado: no estaba el mismo suelo. ¿Por qué no dejo intacto el paisaje por donde paso y no limpio cualquier huella de mi trayecto por los caminos tan lindos que nos piden que no los toquemos para que no dejen de tener sus encantos? Si no hubiera hablado de este agujero, nadie sabría que existe; bueno, tal vez algún amigo perdido, sin saberlo, me preguntaría a veces:
– ¿Cómo está Jan?
Y yo le contestaría:
– Se ha ido, se ha llevado todo lo que yo tenía, todo lo que quise, todo lo que pensé que era mi vida, mi casa, mi familia, todo.
Pero me ha dejado el mayor juguete que tengo para distraerme: un enorme abismo, un agujero enorme en mi vida, ¡del que no me puedo alejar!
¿Por qué no cruzo el abismo como cruzo la calle? ¿Por qué me distraigo con su tamaño y profundidad? ¿Por qué miro hacia los dos lados del puente improvisado que sobrepasa el abismo y luego vuelvo y lo repaso todo otra vez, llenando de huellas la fina capa de polvo que cubría el puente? ¿Por qué veo, reveo, como y vomito, arreglo y lo estropeo todo?
¿Por qué no podemos dejar el abismo tal como fue encontrado, la destrucción como está y el fondo sin iluminación?
¿Por qué investigo alrededor, buscando la suciedad, los pequeños adornos que encuentro al borde de la existencia? ¿Por qué interactúo con los barrancos del abismo? ¿Por qué el abismo es como una picazón molesta que no conseguimos dejar de rascar?
Pues, ya ves, he acabado mal…ahora somos casi todos viejos. Envejecemos. Mucho. Como ya estoy en la vejez hace mucho tiempo – desde diciembre de un año cualquiera – puedo garantizar que ahora todo va a empeorar. Al día siguiente de mi abismo, cuando Jan se fue y me dejó ese vacío gigantesco, la legión de mujeres que solía acompañarme en orgías, en mis pensamientos, abandonó mi imaginación sin muchas disculpas; se me cayó el pelo en grandes cantidades; se me cayó una obturación; después otros males peores vinieron a la boca. Como ya estoy en edad avanzada, mi odontólogo me dijo que no valía la pena tratarlo. Agujeros…la vida está hecha de agujeros, unos pequeños, otros grandes…en otras partes la devastación prosigue y el médico me da remedios más caros y que curan menos. Los dolores son más grandes y los amigos más distantes.
Bueno, pero también está el lado positivo, por supuesto. Ahora mismo me falla la memoria, pero estoy casi seguro de que había algo bueno guardado para este momento.
La vida empieza en un agujero. No hay nada que un sexo ofrezca al otro que no sea una variedad de ricos agujeros, calientes, alucinantes, mojados, sabrosos, algunos en sitios distantes, no alcanzables, otros allí, en la punta de los dedos, al alcance de la mano, de la lengua, de la nariz, del mentón, del ombligo, del pie, de los codos, yo que sé…ni sé de lo que estoy hablando.
Para mí, hablar sobre uno mismo es como desnudarse, es casi una violencia…es difícil quitarse la ropa delante de un amigo, de un nuevo amor o del médico; eso siempre requiere tiempo, madurez, ganas, necesidad.
Cuando usamos metáforas, texto o poesía para comunicarnos, estamos “dándole una vuelta” al problema: nos exponemos sin quitarnos (totalmente) la ropa, nos desnudamos, pero manteniendo indumentarias semitransparentes, que nos enseñan sin que nos vean; la luz débil, la semioscuridad ayudan todavía más a esa autoprotección.
No es fácil subirse a una mesa y hacer “striptease”, aunque sea por una loca pasión, ni por necesidad quizás; sólo el tiempo y la intimidad lo permiten.
Aunque la desnudez delante de un amigo tenga el mismo carácter que delante de un médico, eso no disminuye la transgresión del hecho y yo tampoco querría algo así; deseo querer a un amigo más allá de eso y jamás necesitar que eso ocurra; pero, si ocurre, que no haya vergüenza.
Metáforas…yo odio el hígado. Sí, lo odio de verdad. Creo que la vida es como el hígado…a algunas personas les encanta, y otras lo detestan. Las personas nacen odiándolo o encantándoles el hígado. Es una cuestión de suerte…o mala suerte.
Jan también odiaba el hígado…pero, un día, por vergüenza de rechazar el plato, comió hígado en un almuerzo en la casa de desconocidos. ¡Qué asco!
Monteiro Lobato escribió un cuento en el que un personaje odia el hígado. Me encanta Monteiro Lobato por eso.
El personaje que él creó tiene que participar de un banquete cuyo plato principal es hígado…él tiene que tragárselo: pueblo pequeño, no tuvo el valor de decir “no”. Él divide la carne en dos trozos y los traga rápido para no sentir el sabor. La señora de la casa, pensando que le había gustado mucho, le sirve otra vez. Sin saber cómo repetir la hazaña, él esconde el hígado en el bolsillo. Todo va bien, hasta que se olvida del trozo de carne en su bolsillo y cuando, a la hora de recitar unos versos, el sudor le viene a la frente y se saca el pañuelo del bolsillo, sale el filete volando de su escondite. El personaje huye de la ciudad, avergonzado, con la fama de gustarle tanto el hígado que no podía sólo comerlo sino también esconder algunos trozos del manjar en sus bolsillos.
La vida es así, algunas personas prefieren tragarse el hígado que se les ofrece. Otras, lo esconden en el bolsillo. Algunas hacen las dos cosas.
La vida es un hígado. ¿O será un agujero? Bueno, en la mía hay un gran agujero. Un bolsillo es un agujero, ¿verdad?
Una boca es un agujero. Todo empieza con un beso, ¿no?
Y todos nacemos nueve meses después saliendo de un agujero. ¡Agujerón!
No sé si lo que hago aquí es arte o ciencia. No estoy estudiando agujeros. Me estoy perfeccionando en el arte de convivir con uno. ¡Éste!
A ver, he tocado en un punto interesante: al hablar de arte y ciencia, se me ha olvidado decir que vivimos en la cultura del culto al agujero. Ni siquiera nos damos cuenta, es universal. Es histórico. Tiene raíz. La “historia” tiene importancia en relación a todas las tendencias culturales y artísticas, que también tienen una relación con la ciencia. Todo está relacionado con todo. Estoy aquí, cerquita, mirando, viendo lo que puedo hacer. ¿Y si me transformo en un gran héroe? La persona más importante de la historia: aquél que descubrió como convivir pacíficamente con los agujeros.
Soy bastante sensible a lo que ocurre, aunque me encante ver fútbol americano por la tele y gritar cada punto logrado. Soy bastante sensible para ciertas cosas, tengo una mirada “diferente” a la de la mayoría de las personas, una percepción diferente. Pero eso no es bueno, la tendencia de las personas, aunque – casi siempre – se quejan de la insensibilidad humana, es entender tal sensibilidad como debilidad, no como virtud. “A la hora de la verdad” parece que lo que vale más es ser un idiota. Lo que importa es parecerse a las personas de las que mantengo distancia.
Jan, al principio, se admiraba ante esas cualidades; pero cuando nos separamos al final de un matrimonio de diez años, eso fue a la vista de Jan un peso: “una debilidad”. Algo que yo no debía tener, o por lo menos eso fue lo que Jan pareció decir.
Por aquí, el hecho de estar separado o no nunca fue importante, desde el punto de vista institucional: estuve casado diez años, pero nunca “legalmente” casado, siempre fuimos diferentes cuanto a eso, no nos importaban las reglas de “los demás”. Pero es justamente porque tenemos tanta afinidad que la separación es tan dura, es difícil comprender como dos personas que se llevan tan bien tengan que separarse para estar bien. Creo que la elección de Jan fue correcta. Es triste, pero los matrimonios, por mejor que se haya elegido a las personas, no durarán para siempre.
Entonces, es eso, empezar todo otra vez, tener cosas que hacer, cosas que cuidar, parece que está siendo bueno para mí. Si hubiera sabido que sería así habría venido a vivir solo antes, perdí mucho tiempo “sin ganas” de enfrentar esto, preferí estar un año tirado por el mundo. Salí por ahí para estar algunas semanas afuera y estuve un año sin estar en ningún lugar. Después vine aquí, aunque con el abismo disponible desde mi separación. ¡Un año más parado!
Pienso que cada persona busca las soluciones a su manera, estas cosas traumáticas no tienen fórmula, son difíciles de pasar.
Me he acordado de otra historia de hígado: Prometeo, encadenado, que les robó el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres. En la mitología, fue castigado siendo encadenado y su hígado era comido a diario por un ave. El castigo era eterno, el hígado se regeneraba continuamente. En mi visión de la leyenda, no es Prometeo el que recibe la gran punición. El gran castigado es el ave que, sin tener nada que ver con el crimen, recibe el castigo de comer hígado por toda la eternidad.
¿Hay cosas peores que el hígado?
Hay cosas peores que la soledad: ¡la separación!
Cuando a uno le gusta alguien y es abandonado, si la relación entre los dos todavía es fuerte, o, por lo menos lo es para el que fue dejado, como en mi caso, es muy duro y difícil de soportar. Creo que es un trabajo muy pesado, cuando uno no siente apoyo, aquello de volver a casa y no encontrar a nadie, esperar a alguien…pero, por otro lado, ayuda a distraer los sentimientos, la sensación de que nos falta un trozo.
Recuerdos: también tengo guardado todo lo que puedo de Jan, han sido diez años perfectos, es imposible aceptar que un día tuviera que acabar. Creo que es algo que no voy a comprender nunca, cómo alguien que tú conoces puede tener una visión tan diferente de los mismos hechos. Pero, muy bien, pienso que es así. Sin embargo, que haya sido un amor tan especial, tan lleno de felicidad, me genera la sensación de que jamás encontraré a otra persona como Jan. Aunque vuelva a ser feliz, creo que no encontraré jamás a alguien que me complete como Jan lo hacía.
A veces pienso en estudiar otros agujeros, tengo muchas barreras al hablar y escribir sobre ellos, aunque los vea como un técnico, sin grandes problemas y sea capaz de entenderlos razonablemente bien. Pero, yo que sé, parece que no salgo del lugar, estudio un semestre, lo dejo, vuelvo a hacer el mismo nivel en otro agujero y así va…no tengo ganas de estar en otros agujeros, en las mismas cosas…a ver, con toda esta tristeza no quiero estudiar otro agujero, aunque quizá sea algo bueno para hacer.
Bueno, es eso.
Es difícil entender la vida.
Tengo amigos, programas, salgo a encontrar gente que está en la misma situación. Ya hace meses…esta semana una de esas personas empezó a querer algún tipo de envolvimiento, o, quizá, investigar la posibilidad. Yo, con mucho cuidado, intenté explicarle que no me sentía atraído, que no tenía nada que ver con ella…pero no me fue muy bien, ella se enfadó y se peleó conmigo. Es con esas personas que acabo teniendo contactos más frecuentes, personas a quienes llamaría “amigas”. Son ellas, al mismo tiempo, que insisten en que debo olvidar, intentarlo con otra, que estar parado es peor. Por eso, acabé teniendo una novia por correspondencia, participando de citas a oscuras con amigos de amigos…como algunas personas que conozco están fuera de “mi camino”, eso dificulta la posibilidad de citas, de salir, de conocer “de verdad”. En la práctica no está resultando…sigo prefiriendo estar estudiando agujeros y cambiar informaciones acerca de eso con otras personas a salir con ellas. Estoy dividido, hay algo que me lleva a buscar compañía, pero otra fuerza siempre me lleva a encontrar motivos para quedarme aquí, para no involucrarme, para evitar contactos “reales”. No sé si voy a vencer esa barrera, cruzar ese abismo, pero creo que los contactos con personas me están haciendo pensar más en el tema. Si, un día, una de esas fuerzas logrará vencer dentro de mí o no, todavía es difícil definirlo.
Pienso que el camino al borde del abismo es largo y espinoso, lleno de vueltas y transformaciones, por eso insisto en llevar mis cosas: pero es sólo para los casos de emergencia: linterna, cuerda, zapatos con clavos…espero que esta terapia dé resultados algún día.
Pese a estar separado hace más de un año y de tener muchas dificultades para olvidar el trauma, la cuestión es que está siendo difícil “volver a la normalidad”. Nadie desea estar solo, pero algunos (como en mi caso), cuando están en este estado, ven todo sin gracia y sin ganas de volver a tener algún tipo de relación. Mira, ya he intentado tomar una pala y echarle tierra al asunto. Después eché más tierra, y más y más. No hizo ninguna diferencia, este agujero no tiene fondo. Nunca, pero nunca de verdad, va a estar completamente cubierto.
No estoy mezclando esas ganas, ese sentimiento de saber que es imposible terminar con el abismo, con la conciencia de que no puedo estar así para siempre. Por eso mi intento de conocer nuevas personas, aunque sin intención de una relación mayor que la referente al estudio de agujeros, al principio. Ser feliz no es un objetivo claro, en algunos momentos parece que da igual lo que vaya a suceder…después, como en este instante, las cosas cambian y me pongo a pensar que debo tomar alguna actitud…y así siguen las cosas, oscilando entre uno y otro estado. A veces cruzo el abismo…pero miro hacia atrás y el abismo sigue ahí y yo todavía estoy a la orilla, necesitando cruzarlo hacia el otro lado. Da absolutamente igual si me tomo o no el trabajo de cruzar.
Tomar la azada y la pala me hizo recordar lo mucho que me termino involucrado con el trabajo cuando estoy en periodo de investigación…a veces porque lo necesito, a veces sin darme cuenta, tengo la tendencia a estar inmerso en el agujero y estar siempre buscando asuntos relativos a él.
Empiezo a ver algunas ventajas en estar solo, pequeñas cositas que había dejado de hacer, por mi propia elección, la mayoría: ahora puedo volver a incorporarlas a mi manera de ser. Ayer, por ejemplo, salí para ir ver un partido en la televisión… ¡es un avance!
Tengo altibajos en esta “fase de recuperación”. A veces estoy feliz por estar solo, a veces me siento vacío y sin ganas de hacer nada, bastante triste. Después me recupero y así sigo: forma parte del proceso de tapar agujeros, supongo.
Estar buscando una pasión, todos lo estamos, aún cuando no lo estamos, ¿verdad? El problema es cuando la pasión se acaba…o cuando no sentimos más ganas de buscarla.
Quedo oscilando entre querer cambiar mi vida y volver a la anterior. Siempre es un gran problema todo eso, esas decisiones, no poder saber lo que es mejor para mí…de todas formas, cuando estoy aquí, es cuando estoy feliz al máximo, pero es cuando estoy aquí, también, que pienso en tener compañía para hacer algo además de quedarme aquí.
Me siento en el deber de decidir, pero, a la vez, hay un miedo de tomar iniciativas que me lleven a caminos definitivos. Qué tontería, ¿no? Es un miedo, yo sé que puedo dominar la situación si quiero, pero el miedo, pequeño, está siempre ahí. Tengo miedo de estar lejos de mis cosas, pero también me da miedo quedarme solo y, aún sabiendo que son miedos imaginarios, que tales cosas no son incompatibles, yo que sé lo que pasa…no soy capaz de salir de este callejón sin salida.
Quizá la situación de la separación no sea compatible con ser una persona feliz, pero, ¿qué se le va a hacer? No me parece que sea así, al mismo tiempo, sería una explicación para lo que sucede dentro de mí: indefinición.
Hay tantas cosas que podrían ser más sencillas si no necesitara pesar, pensar, reflexionar, medir…no puedo huir de eso. Ah, qué se yo…
Ya he tenido otros agujeros en mi vida…la última vez ha sido hace más de doce años, cuando tenía serios problemas y crisis que me hacían pensar que la autodestrucción era la única salida. De alguna forma, haber cavado mi propio agujero en aquella época ha garantizado mi supervivencia reciente tras la separación. La separación ha sido el agujero más profundo que he visto y, aún así, ningún pensamiento “malo” me pasó por la cabeza. Nunca he intentado saltar hacia dentro. Bueno, he pensado en tirarme y acabar con todo, sí, pero no de manera seria, si realmente lo hubiera querido ya lo habría hecho. Eso sólo ocurrió en algunos días un poco malos. Siento que avanzo – despacio, pero “adelante”.
Ayer yo estaba escribiendo sobre agujeros y me pasó por la cabeza una observación interesante: pasar la idea, a los demás, de que me encanta lo que hago. Es verdad, a veces ni siquiera lo noto, pero el trabajo de investigar las profundidades es muy divertido, pese a las cuevas terriblemente calientes en las que ando trabajando. Odio tener que trabajar con el calor. Yo siento un placer muy grande cuando tengo un barranco que me hace llegar a nuevos descubrimientos: creo que soy un poco bobo, ¡me encanta investigar eso! Claro que lo ideal es poder vivir también, pero en una relación entre explorador y abismo, en lugar de “hallar” vida afuera, lo más común es reencontrar aquí dentro algo para hacer.
Creo que voy a ducharme, lo necesito, ¡he trabajado mucho hoy!
Con Jan, yo quería que hiciéramos todo juntos, pero Jan no quería, decía que no lo necesitaba, que yo era el que estaba encontrando cosas para hacer, que yo era el que tenía que buscarlas…aburrido, ¿no? Después de la separación, ella comenzó a hacer lo que bien quería, sin mi presencia.
Sí, creo que necesito una ducha, hoy marcaba cuarenta y un grados en el termómetro que he puesto allá abajo, no es posible verlo desde aquí. He tenido que trabajar en un sauna otra vez, pero es estupendo estar allá abajo, aunque me deshidrate…
La sensación de hablar con las paredes: a veces hablo con ellas…Pues, algunas paredes son calentitas y vale la pena apoyarse en ellas, creo que me gusta, por más pared que yo pueda parecer. Pero creo que eso debe ser complicado, hay muchas cosas que ocurrieron y que me han fastidiado en los últimos días. Por más habilidad que tenga para esquivar los problemas, no es posible decir que todo haya salido bien como para tomar una decisión tranquila acerca de mi futuro. Creo que preferí optar por esconderme ante el desafío.
¿Por qué paredes? La sensación de un alejamiento es real, eso realmente sucedió, pero fue una especie de juego de miedos que siempre pueden ser interpretados como una fuga. Es a causa de nuestros pequeños “miedos” que actuamos de tal forma. Eso ocurrió, aunque más como un test: yo tenía expectativas diversas que no fueron atendidas en mi investigación aquí y eso me fue generando una cierta inseguridad…no piensen que la decisión de quedarme aquí ha sido fácil, el miedo insistía todo el tiempo. Por más racional que intente ser, necesito decirme a mí mismo siempre: “es sólo una visita, todo va a salir bien”, repitiendo muchas veces, sin parar para disimular el pánico de que quizá jamás vuelva. Lo que ocurre ahí adentro y que no podemos admitir es: ¿Saldré de aquí? ¿Veré la luz otra vez? Eso puede ir creciendo y hacerse más grande de lo que podamos calcular.
Mi manera: ponerme neutro ante una decisión. Soy racional y parezco frío en esos momentos. Engaño, la visión de la pared que tenemos no se acerca a la realidad, sólo el tacto, la proximidad puede dar el verdadero conocimiento. Algunas paredes son calentitas, aunque su apariencia sea de sombra y frío…ser neutro tiene que ver con ciencia, no con frialdad. Sé que las personas tienen dificultad para entender que soy común…
Nadie conoce mejor el valor de las cosas pequeñas que yo…algunas incluso las llevo conmigo…cualquier día se las enseño…
Sobre mi matrimonio, sólo puedo decir que lo he intentado todo: ser rebelde, ser paciente, ser yo mismo, ser otra persona – el compañero ideal en la visión del otro no siempre es lo que uno es al natural – entonces lo que sé es que: si alguien no te quiere más no hagas de tripas corazón, no hay nada más que hacer. Y no creo en eso de que fue algo que hice o dejé de hacer lo que hizo que Jan dejara de quererme. Las personas pueden dejar de querer a alguien independientemente de lo que hacen o no, porque, por otro lado, las personas también te pueden querer por lo que haces o no. Jan, al separarse de mi vida, después de la confusión y de haberse calmado y de que yo dejara de echarme la culpa porque no había más pasión, me dijo:
– Yo sé que nunca voy a encontrar alguien como tú. Fuiste perfecto, pero no puedo vivir sin pasión en mi cuerpo…me voy a arrepentir de estar lejos de ti, no hay nadie parecido, pero es mejor vivir lejos de alguien perfecto que vivir con él sin que haya una pasión que justifique la convivencia.
Eso justifica, según Jan, el fin de un matrimonio, pero no el fin de una amistad. Para mantenernos lejos uno del otro, Jan tiene otros motivos: me dice que no me quiere cerca porque le da miedo no resistirse a mi cariño. Jan no me quiere cerca sabiendo que tengo todos estos sentimientos. Jan tiene cariño por mí y no desea mi sufrimiento, pero no puede hacer nada. Entonces, el abismo nos ha separado, ni siquiera podremos ser amigos, pues difícilmente la dejaré de querer.
No puedo quejarme, cuando veo matrimonios en los que ambos se quejan el uno del otro, creo que, desgracia por desgracia, la mía no es de las peores: lo que siempre busqué fue el reconocimiento de que estaba haciendo lo que podía. Jan lo reconoce, entonces…ya está.
La verdad es que no sé nada.
Ya lo ves…toda la gente sabe que Sócrates, el filósofo griego, no ha dejado nada escrito. Pero hay una frase suya que alguien se acordó de dejarla para la historia que es: “Sólo sé que no sé nada”.
O, si prefieren, mi versión actualizada para los días de hoy, ya que no puedo copiarla sin alterarla un poco: “Sólo sé que sé menos que Sócrates”.
Han dejado la frase del hombre intacta durante dos mil quinientos años y yo llego y la altero… ¡el mundo debe de estar un poco raro!
Pero todo eso, era sólo para decir que nada sé, que no afirmo nada, no me comprometo por nada y el que lo quiera creer, que lo haga por su propia cuenta y riesgo.
El hecho de no gustarnos no significa que no podamos analizar, desmenuzar, estudiar, diseccionar, destacar…bueno, lo hago con personas, películas, con poesías, creo que puedo hacerlo con los puntos que me gustan y los que no me gustan…
Creo que no cerraremos el abismo nunca…siempre que nos acordemos de algo, ¡volveremos a ellos!
A veces hacía eso: me sumergía en las películas… ¡durante años fue mi principal diversión! Pero, yo que sé, el tiempo pasa y entonces el problema de la imposibilidad de leer, ver, comer de todo… ¡eso es muy complicado!
Ahora estoy viendo poca cosa. No hay con quien comentar, es muy malo…el agujero.
Cuando nos ponemos así, como solos, me entra un vacío…
Ayer no estaba bien…no por algún motivo, pero no estaba bien, estaba triste. Pero nadie entiende, creen que me estoy haciendo la víctima, cavando mi propio agujero.
Incluso quise salir, pero me sentí peor. Sólo quería un “hola”, una esperanza, pero…estoy aquí, no he comido bien en todo el día, no he dormido nada esta madrugada, después me he dormido en la ducha. Estoy cansado.
Me acuerdo de una pelea…yo necesitaba cariño, quizá fue en un mal momento, no lo sé.
Pero no pasa nada, me quedo aquí oyendo música y me pongo mejor. Quiero que toda la gente esté bien también, aunque nadie me entienda, quiero que todos estén bien siempre…
Echo de menos eso de “estar conectado” a alguien, aunque sin hablar con la persona. Saber que alguien está bien es tan bueno…
La distancia nos pone así, creo. Entonces, ven, quédate cerquita de mí, dame cariño, anda…lo necesito. Te lo estoy pidiendo, no tienes que perdonarme, no tienes que disculparme, es que me siento solo.
Siempre que empiezo a hablar de eso me pongo a llorar, ¿por qué? Estoy cansado de ser un llorón, quisiera que todo ya hubiera pasado: quisiera pelearme con alguien y ponerme furioso, ¡no triste! ¿Me pondré triste porque no me peleo con nadie o no me peleo porque estoy triste?
A veces veo a algunas personas que no están bien, voy a reprocharlas y después tienen toda la razón en pensar mal de mí. En aquel momento no pienso bien, veo aquel agujero de nada y me enfado. Me parece absurdo ponerse triste a causa de charcos, ¿por qué tengo este vacío enorme mientras que otros tienen apenas una ligera depresión en sus vidas? Asique, en aquel momento, no lo tomo en serio. Y así no puede ser, ¿verdad?
A veces necesito ayuda y prefieren no tomar mi pedido de socorro en serio; prefieren pensar que es otra cosa. Pero no pasa nada, no estoy tan mal. Sí lo estaba hasta hace algún tiempo cuando una niña vino y me sacó de la oscuridad, por eso no me importa cuando a veces no quieren ayudarme. Creo que estoy explorando cuevas para estar bien, nadie tiene la obligación de estar disponible, como si fuera un ángel guardián de jornada completa.
Es tan malo estar inestable. Cuando estaba casado yo me quería más. ¿Qué se le va a hacer, no?
Bueno, creo que no me siento seguro, hay ciertas cosas que si son dichas, me revuelven por dentro, me confunden.
Cuando vi a Jan por primera vez, empecé a sentir una fuerza, algo, y no podía dejar de mirarla. He conocido a otras personas así. Es curioso, siento algo parecido por otras personas, a veces. No voy a mentir que nunca había sentido algo así por otras personas, pero han sido pocas. Quisiera encontrar a alguien y sentir lo mismo, qué sé yo…eso es muy doloroso. Me da miedo no sentirlo más. ¡Demonios! No puedo llorar, tengo muchas cosas que hacer hoy.
Pasados seis meses de conocerla a Jan, estábamos casados. Siempre pienso que ha sido lo mejor que he hecho en mi vida, pero siempre escucho voces de gente diciendo que fue una tontería hacerlo, que por haber sido tan rápido no duraría nada. No quisiera tener esa duda, pues me hace sentir culpable. ¡Vaya! mejor hablar de otra cosa, no puedo llorar.
Creo que voy a cambiar la música que está sonando por otra, así no tengo tantas ganas de llorar…a ver, un momento…ni siquiera me acuerdo por qué estaba diciendo todo eso.
Quisiera encontrar a alguien para poder decir:
– Te echo de menos. ¿Te quedas conmigo? Te quiero, te quiero mucho…
Todo es bueno y malo a la vez. Estoy conociendo gente, después nos alejamos como siempre, fuerzas mayores interfieren…pero aún tengo un largo camino junto a alguien, es divertido.
Por estos días he encontrado a una persona especial: la amistad todavía me puede salvar la vida…
Ya lo sé, todo se acaba un día. Y si no nos conocemos, evitamos este trauma; pero el camino solitario no tiene gracia, o, por lo menos, es menos divertido que acompañado por alguien que tiene algo para decir. Aunque el otro se baje en la próxima parada, el paseo con alguna compañía es mejor.
Hay cosas que, ¡vaya!, le molesta a uno decirle a alguien si no hay confianza…
Una vez una amiga me ha preguntado si ya había tenido varios “rollos” simultáneos y la respuesta ha sido:
– Sí, ya he tenido varios amores al mismo tiempo, cierta vez, una de ellas fue Jan. Ya pasó eso de estar con dos personas en la misma casa, pero no en la misma habitación, es decir, no estaba haciendo nada obsceno – una manera delicada de decir que no me las estaba tirando simultáneamente.
Todas las personas que estaban conmigo, en aquel momento, tenían conocimiento de lo que pasaba y eran avisadas de que yo no pretendía “deshacerme” de las anteriores. Jan, sin embargo, las expulsó a todas, una a una; no directamente, pero encontró una manera de dejarme siempre ocupado hasta que tuve que ponerle fin a todo eso. Ttuve que elegir entre Jan y las demás. Siempre tuve la sensación de haber tomado la mejor decisión en mi vida, pero ahora, frente a la separación, no estoy muy seguro de lo que es cierto, mejor, bueno, o algo parecido…estoy intentando mantener la mente abierta y no tener moral, pero es verdad que (quedó claro desde aquella vez) tener muchas relaciones simultáneas era señal de que ninguna me gustaba tanto como creía.
Actualmente, salgo con una persona desconocida cada quince días, buscando algo que ni siquiera sé lo que es. Casi una búsqueda mágica, creyendo que cuando lo encuentre sabré lo que estaba buscando. Pero, no tengo con nadie más de una cita…
¿Cuánto tiempo puede durar una tormenta? Podrá durar…yo que sé… ¿hasta cuarenta días y cuarenta noches? ¿Qué es una crisis? ¿Después de la tormenta nos volvemos más fuertes?
El que resiste a una tormenta quizá no se haga, necesariamente, más fuerte: puede que sea una ilusión causada por el buen tiempo. Durante la tormenta la sensación de que la situación podría acabar mal puede hacer que, una vez que el tiempo mejore, nuestras expectativas sobre la supervivencia sean muy grandes…es difícil medirlo con seguridad. Todo esto es un “quizá”: estoy haciendo conjeturas sin preocuparme demasiado por relacionarlo con algo concreto.
No soy “bueno”, “guapo” o lo que sea; soy apenas yo mismo, no hay valor en eso: es como ser “inteligente”, o “bajito” o “narigón”, no lo hago a propósito. Por cierto, si necesitara ser más inteligente de lo que ya soy, como a veces la vida lo exige, tampoco podría hacer nada. No soy inteligente o burro porque quiero, sino porque algo, (biológico, social o espiritual) más grande que yo, me ha hecho así. Claro que lo contrario también puede pasar; algunas personas quieren (o les gusta) ser burras. Sin embargo, es difícil juzgar donde está el libre albedrío delante de todo esto. ¿Somos lo que somos o lo que queremos ser? Si somos lo que queremos ser, ¿qué es lo que determina nuestro “querer” ser de esa forma? Cuando tengo a mi alrededor personas más inteligentes que yo, me pongo a pensar mucho en eso, sobre el hecho de no poder ser más de lo que soy y de que ellos no puedan ser menos de lo que son.
De todas formas, ante esto, es difícil decidir hasta qué punto ser bueno: ¿serlo hasta que uno no pueda más o mientras no estemos siendo machacados por ello? ¿Pero es posible ser tan racional a la hora de elegir? Creo que no, quizá incluso pueda hacerlo de manera consciente y ponerle fin cuando me esté haciendo daño pero, de manera general, no me acuerdo nunca de haber pensado en la posibilidad. Como decía: soy lo que soy, sin querer.
Sí, pero para ser justo uno tiene que ver también el otro lado: también soy egoísta.
Bueno, estoy en una fase muy inestable, y eso se refleja directamente en mis relaciones: me peleo con todo el mundo, incluso con la sombra. Turbulencia, como ya lo había nombrado hace unos días cuando le explicaba a una persona lo que me pasaba. Tormenta.
Supongo que me gusta hacerme mi propia pintura en tonos más bonitos que los reales. Creo que sin los colores, lo que tengo dentro me parece feo, crudo y destructor para las personas, así que esas fases en las que estoy sin la fina capa de aceite, hay mucha fricción.
Las personas son así: si toda la vida fuiste pendenciero, no les importa una pelea más; pero si, por el contrario, fuiste siempre amable y atento de alguna forma, en esas fases de “pelea”, lo que les gusta ver es: egoísmo, mala fe, maldad, dolo y agresión.
Eso me parece muy injusto, que no pueda tener mis cortos periodos de depresión, de melancolía o, como sucede a veces, de ausencia de medias palabras, de atenuantes, de tacto.
Cuando estoy sin piel, me doy cuenta que la visión que las personas tienen de mí es asquerosa y entiendo la necesidad de distancia; también quiero distancia, no quiero que me vean así y que les parezca feo.
Pero no soy feo. De la misma forma que antes, con piel, tampoco era bonito: lo que ellos no pueden ver por encima de sus propias sensaciones de asco, es que su visión es imparcial y que, principalmente, su asco me hace mucho daño.
El viernes salí con una persona que me dijo en un momento:
– Yo podría haberme descrito de manera horrible y quizá no estaríamos aquí.
Esa persona se refería a una enorme cicatriz en su rostro que yo ni siquiera había notado que estaba allí, consecuencia de un accidente en auto hacía veinte años, en el que más de cien puntos habían sido necesarios para su reconstrucción.
Mi incapacidad para reconocer detalles no sólo es peor que mi capacidad para leer señales y entender formas alienígenas de comunicación.
Es bueno conocer gente nueva.
No sé bien hacia dónde voy cuando entro en el abismo, pero sé que a las personas no les gusta y no quieren venir conmigo.
Lo que sea que haya dicho en el pasado, cuando estuve aislado allá abajo, es seguro que la falta de piel debió de ser un gran espectáculo. Me llamaron hacia el exterior de la cueva y ahora les parezco horrible; ¿qué significa eso? ¿Significa que no me escucharon, qué no hicieron caso a mi pedido de estar solo. ¿Qué creyeron, que estaba siendo egoísta? No entiendo nada. Si me quieren como soy que me quieran tal como me muestro, y si no me quieren, entonces que me dejen solo porque quizá, en esencia, siempre haya sido un monstro solitario.
Ayer una persona me mandó un mensaje muy indignada por mis actitudes; se tomó mi sumersión en el abismo como si se tratara de una ofensa personal. También piensa que mis bromas estúpidas son una gran ofensa. También me peleé con otra persona que cree que intentar demostrar cualquier cosa además de mi comportamiento habitual es reprochable, es una especie de crimen que jamás imaginé que existiera.
Me estoy desahogando demasiado, ¿verdad? Discúlpenme, es que me encuentro muy solo ahora mismo.
Y aquí estoy yo, quizá esté siendo un poco agresivo, violento con las personas, pero quiero que miren hacia dentro, dentro de mí y vean que abrir el corazón no es, exactamente, una forma de agresión como suele ser interpretada.
Bueno, ¿alguien tiene dudas sobre lo que dije? ¿Sobre la forma? ¿Sobre el contenido? ¿Sobre las partes específicas o lo general? Por lo menos todavía no he perdido la rara manía de querer explicarlo todo, hasta donde sea posible, asique aprovechen, me encanta aclarar dudas. Es lo único que ha quedado por decir.
Y disculpen si el lenguaje es crudo, directo, ¿sí? No sé si debo disculparme, pero como cada vez que me comunico con alguien soy incomprendido y atacado, mejor tener cautela, estoy cansado de que me peguen…
Ya no sé qué es cierto o injusto, pero es bueno saber que alguien, en algún lugar, piensa como nosotros; que existe esperanza, y que después de la tormenta va a haber un puerto seguro donde las personas se van a encontrar y confraternizar. Es bueno no haber sido bombardeado como enemigo, porque haya ido demasiado lejos y las personas no hayan reconocido mi nave.
Si pienso que no tengo ningún amigo, me voy a poner tan mal que es mejor no dirigir mis pensamientos hacia allí: mejor pensar que ellos no son capaces de entenderme lo suficiente como para pensar que son mis amigos.
¿Qué me pasa? Nada además de lo que siempre ha pasado: un vacío. Estar separado es un trago demasiado duro. Si no tuviera nada para, cada tanto, iluminar mi vida, no sé si estaría aquí, si tendría fuerzas para estar aquí. La vida perdió la gracia cuando perdí algo que creí sería eterno; estoy cansado de oír “la vida sigue”. Quizá tenerle rabia a todo sea mi manera de llevarlo adelante, yo qué sé…sólo pienso en lo injusto que es todo esto. No sé de quién es la culpa de que tengamos expectativas tan altas en la vida, pero ellas están ahí. Descubrir que las cosas ya no serán como uno lo esperaba es casi imposible de encarar.
Probablemente esté en el lugar equivocado a la hora equivocada, pero sería fácil resolverlo si las personas me dejasen, simplemente, ser lo que quiero ser en este momento. Estoy rodeado de gente que no lo entiende, por lo que es mejor estar solo. En esta lucha, los inocentes acaban haciéndose daño: yo soy como un elefante, una ballena…no puedo retroceder la marcha e irme sin dejar ningún vacío; una molestia, quizá, pero real. Las personas tienen que entender que si quieren la oportunidad de tener una relación duradera, las cosas no están fáciles aquí dentro. Tengo un abismo para llevarme adonde sea que vaya.
Por estos días he leído un mensaje de una amiga que decía, como en una obra maestra de simpleza:
– Eres una persona a la que tengo mucho cariño y te voy a molestar siempre que quiera, no importa la situación…
La verdad es que estábamos en una cierta sintonía porque nos habíamos conocido hacía poco y, al contrario de las personas que conocí hace más tiempo, no sentí, como pasó con las demás, que ella me pegara para que volviera a la normalidad. Siento que estoy siendo tratado, por los demás, como un “poseído” en plena Edad Media, en una interminable sesión de tortura, todo para que me ponga bien…no quiero eso. Esperaba que esta persona fuera diferente. Lo que quería de las otras personas era esa apertura para escucharme, para ver lo que tengo para decir, en lugar de oír todo el tiempo que estoy equivocado, que mi manera de ser es equivocada, que el tono es equivocado, que la forma es equivocada. No quiero que estén de acuerdo conmigo, pero tampoco que me machaquen.
La comunicación es una tarea difícil, ¿cómo saber si lo que interpretamos es lo que fue intencionalmente escrito?
Echo de menos ver la tele por la noche con la persona que he elegido para pasar a mi lado el resto de mis días. ¿Será tan difícil entender que no puedo estar “estable” como ellos exigen? No estoy listo para discutir pasiones imaginarias ni nada efímero, tengo carencias reales: sufro, siento dolor, me siento solo.
Voy a parar, ¡no quiero escribir más ahora mismo!
(Tiempo de silencio)
Es curioso, ya me peleé con mucha gente por ser así y no estoy en condiciones de garantizar que no lo sea. Lo que yo decía, hace mucho, sobre no necesitar más es:
– Ya tengo todo lo que siempre he deseado.
Yo decía eso cuando me refería a mi propia vida: estaba casado, quería, era querido, tenía una vida maravillosa y, si bien no me sobraba dinero, tampoco me faltaba para lo básico. Es algo que he bautizado como la “teoría de la patata frita”. Es más o menos esto:
– Supongamos que están dando vueltas por el mundo, comiendo de todo y que les estén gustando algunas cosas aunque no otras. Digamos que un día se encuentran con un plato de “ensueño”, que los deje extasiados y completamente satisfechos. Puede que no sea la mejor cosa del mundo, puede que haya millones de cosas mucho mejores, pero si está la sensación de haber encontrado algo “definitivo”, ¿para qué ir a por cosas diferentes? No, no soy ambicioso, ya he encontrado lo que me complace, ya tengo más de lo que jamás he imaginado que algún día tendría, ya he encontrado la “patata frita” de mi vida. Puedo comer eso por lo que me queda de vida y siempre voy a querer más, no hay como “cansarse”. Nunca habré comido tanta patata frita como para no querer comer más y salir a buscar otras cosas. Si salgo, es posible que encuentre cosas nuevas y buenas, pero, ¿para qué arriesgarme si la patata frita me da todo lo que quiero?
¿Sobre qué hablaba en la “teoría de la patata frita”? Hablaba sobre el matrimonio, relaciones, amigos, trabajo y sobre una cierta “incomodidad” que sentía por no ser “ambicioso”. Lo que les decía a las personas es que no era “ganancioso”, pero no podría decir que no fuera del todo ambicioso: tener un tesoro y querer mantenerlo para siempre no deja de ser un tipo de ambición. Lo que no entendía era el deseo de los seres humanos de obtener más tesoros, aunque ya poseyeran otros maravillosos. Eso no tenía sentido para mí.
Ahora todo ha cambiado: no tengo más patata frita, perdí todo lo que siempre he querido – una familia, alguien que me quería y hacia quien encontraba satisfacción en agradar para demostrarle mi amor.
El momento pide reflexión, como: ¿existe la posibilidad de recuperarlo? Respuesta: no. Puedo tener otra familia, por supuesto, pero la que yo quería tanto jamás va a existir. Me parece un buen motivo para estar parado, en la lluvia, esperando la muerte por inanición: se ha muerto la esperanza, ¿qué nos queda para movernos? Éste es mi momento. Estaba despistado, todo me parecía hermoso, flores por los campos, pajaritos, sol y mariposas; ahora creo que me he engañado, que nada existe, que no soy querido o comprendido y estaba viviendo una ilusión estúpida.
Saber que las cosas acaban no ayuda mucho, de ahí viene el trauma. Cuando estaba casado no pensaba que se podría acabar, ahora no me lo puedo sacar de la cabeza, por eso la tristeza…
Pasado un tiempo, todos tenemos expectativas y utilizamos aquello de “expresar descontento” como una señal de lo que queremos para que el otro nos atienda.
No quiero relacionarme con nadie, por ahora no soy capaz de entender pasiones. No me gusta relacionarme sin pasión, no quiero que sea así, no puedo pensar en cambiar y ser así y no creo que alguien pueda enamorarse sin convivir. Son mis creencias – equivocadas o no – sobre el tema. Aún estoy llorando mi separación, aún hay un enorme abismo a mis pies, ¿qué relación puedo tener yo con alguien? Sería difícil para los dos; para mí, que no me apetece convivir con nadie, y para la otra, que va a notar cómo echo de menos a Jan.
Me había acostumbrado a que Jan lo dijera todo, todo el tiempo. Jan era mi amiga e incluso en las cuestiones de celos, si le decía que alguien me despertaba deseos, por ejemplo, Jan intentaba verlo como algo positivo, intentaba ser lo más abierta posible y lo llevábamos bien. Lo resolvíamos todo juntos. Éramos amigos además de pareja. Eso es lo que extraño en las personas, no esconder que la empleada me pone cachondo no me parece motivo de reproche. Creo que las personas no están acostumbradas a decirse la verdad las unas a las otras. Un sistema en el que todo lo que se pregunta sea contestado con sinceridad extrema no puede ser compatible con lo que las personas están acostumbradas o esperan de nosotros. Me fui acostumbrando a eso en los últimos años, pero ahora empiezo a darme cuenta que mi vida siempre ha estado rodeada, en los momentos buenos, de gente que se parecía a mí, a quienes les podía contar y oír de todo, y que estar cerca de personas que no quieren un comportamiento tan abierto me hace daño a la salud.
Yo digo “cosas ofensivas” hace mucho, y me veo siempre así, haciendo cosas que pueden hacer daño, ya que trabajo con lo que me parece ser “verdad” y eso genera antipatía , de acuerdo con el que le toca. Entonces sé que eso de “no agradarle a la gente” va a existir hasta el final de mi vida. Lo que no entiendo es cómo determinadas personas son capaces de comprenderme y otras, que me conocen hace tanto tiempo, no tienen ganas de hacerlo o no tienen la misma capacidad.
Soy paciente, claro, estoy en una fase “imbécil” y no me estoy portando como lo hago siempre. Estoy más sensible a todo, pero…normalmente no me importa que no les guste a los demás; es decir, hay mucha gente a la que nunca le ha gustado lo que hago. Estoy atrapado en algo que no se resuelve, un pequeño punto, pero que perturba mi vida.
Yo había empezado a llorar aquí en este punto, ayer, y no pude trabajar más. Después, pasé el día llorando y resolví “encerrarme al mundo” de alguna manera, como por ejemplo haciendo algo que me gusta: explotando agujeros. Uno de los planes que tenía cuando decidí alejarme de las personas era justamente ése: hacer lo que tengo que hacer. Deprimido, pero trabajando, que es lo que uno debe hacer, ¿no?
Me acordé de un amigo: sucedió hace más de diez años, fui a visitarlo y me encontré con que su departamento estaba muy diferente. Su mujer me recibió, charlamos un poco, yo también era amigo de la mujer, y, después de un tiempo charlando, le pregunté por él y entonces me contestó:
– No estamos más juntos, él no vive más aquí.
Eso fue como un choque…algunas semanas después, cuando finalmente estábamos él y yo hablando del tema, me dijo:
– Ella ha pintado todo, ha borrado todas las poesías, ¿verdad?
Él tenía, mientras estaba casado, las paredes del departamento totalmente garabateadas con sus poesías y las de sus poetas favoritos.
Estábamos en un grupo de siete u ocho personas cuando eso sucedió: todo el grupo se quedó en silencio por unos instantes, había una cierta tristeza en las palabras de mi amigo. Entonces, lo interrumpí y dije:
– No, no es verdad que las poesías han sido borradas…ellas están ahí, aunque debajo de la tinta.
A los demás les pareció gracioso, aunque una sonrisa y un brillo surgieron en la mirada de mi amigo, como si dijera: “¡Gracias por haberlo dicho! ¡No lo había visto desde ese ángulo!”.
Sí, pero las personas son complicadas, no puedo decir que no haya traicionado a Jan, aunque la cosa haya quedado “sólo” en el “casi”. No existe “sólo” y “casi”, Jan me estaba volviendo muy inseguro: peleas constantes, provocaciones y mencionaba algunas “pasiones” que estaba sintiendo (platónicas). Cada vez me sentía más excluido del matrimonio y, cierta vez, con cinco años de relación, pasé una noche con otra. Aunque no haya pasado nada entre nosotros, eso cambió mi vida: decidí que iba a reconquistar a Jan, que quería estar casado y empecé a ser más atento, más romántico, más emocional, más animal…intenté rescatar poco a poco el inicio de nuestra relación y resultó: tuvimos una fase estupenda. Jan, sin embargo, no logró lo mismo cuando le tocó “decidir” nuestro futuro…Jan estaba sintiendo una fuerte atracción por alguien de su trabajo y me decía que, a diferencia de lo que yo había hecho, si tuviera la oportunidad que tuve, no la dejaría escapar: iba a “consumarlo”.
Bueno, créanme, eso es natural, aunque no en la intensidad que se demuestra: es normal ver a alguien en la tele y ponerse cachondo, es normal para una mujer soñar con un “galán” de la tele, es normal que un hombre se sienta atraído por otras personas en el día a día. El problema no está ahí; está en “sublimarlo”, fingiendo que no ha pasado nada (o incluso creyéndolo) o escondiéndolo “para no herir al otro” o cualquier otra alternativa enfermiza. La humanidad convive con eso siendo hipócrita, no significa que la atracción suceda todo el tiempo, pero a veces ocurre y, lo mejor que se puede hacer es ser honesto el uno con el otro tanto como sea posible. Cuando estuve con otra persona, le conté a Jan esa misma noche lo ocurrido, y no podría haberlo hecho de otra forma. Pero Jan ya había hecho algo parecido antes, hacía unos dos años, entonces no debería haber sido tan importante: si Jan pudo superar los deseos de besar a alguien, dado el momento, yo también podría hacerlo. El caso parecía superado, volvimos a “portarnos” como enamorados, pero, por supuesto, al momento de la separación, todo reapareció. Jan se acordó de las veces que yo me había sentido atraído por otras personas y no de las veces en que no había pasado nada. Es natural querer echarme la culpa por no gustarle más.
Pero, la traición no ha sido así, no lo “planeé”. Se trataba de una persona del trabajo. Era su cumpleaños, hubo una cena para colegas, las personas se fueron y me quedé charlando…yo había bebido, estaba carente, como suele pasar en diversos momentos de una relación, y Jan me estaba tratando mal hacía semanas. La persona se puso insinuante, provocativa y, en lugar de encontrar a alguien para charlar, acabé por enredarme, durante unas horas, luchando contra mis deseos del momento. Pienso que aunque estaba bajo los efectos del alcohol, me porté bien. No pasó de un beso que recibí y no devolví…aunque estaba loco de deseos no pasé de aquel beso. Jan, en aquella época, ya me estaba confundiendo. Hablaba de separación, de que yo debería buscar a otra persona, que ya no tenía más ganas de pertenecer a un matrimonio. De alguna manera me sentí empujado. Jan fue la que insistió para que yo fuera a la fiesta, que me divirtiera. Cuando eso realmente pasó, el susto que me di me hizo recobrar la conciencia acerca de lo que quería de verdad: aunque estuviera siendo paciente con los desentendimientos con Jan, decidí que me iba a esforzar mucho más, que yo no quería otra persona, por más seductora que fuera. Decidí reconquistarla teniendo el doble de paciencia, el doble de atención, rehaciendo cada cosita de manera especial, siendo más de lo que siempre había sido, incluso en los momentos buenos del inicio del matrimonio. No sé si eso no fue peor, si no lo estropeó todo – de cierta forma, era Jan quien debería haberlo hecho y no yo, era Jan quien me estaba perdiendo en aquel momento y “echándome” del matrimonio (ella está de acuerdo con eso, pero tiene explicaciones psicológicas complicadas, algo que ha traído de su familia, de su niñez). Yo sé que debería haberlo hecho antes de que hubiera pasado algo más serio, pero crean, cuando uno es joven – y siempre lo somos – no tiene experiencia, sólo la tenemos cuando ya no la podemos aplicar. Si yo hubiera sabido, al ir a la fiesta, que eso podría pasar, no habría ido. ¿Qué remedio? Me equivoqué, soy humano. Pero no puedo echarle toda la culpa a un momento de debilidad que tuvo la influencia directa de Jan, ya que si lo hago tendré que admitir que no podremos jamás ser felices en el universo: toda la gente se equivoca, y si no hay cómo volver al pasado, ¿cómo quedaremos todos? La frase “errar es humano” debe tener un significado para todos, desde el momento en que hay aprendizaje, ¿no?
Considero un error el haber ignorado las señales que demostraban que las cosas podían llegar a ese punto. No me culpo, mi error fue subestimar que todo es posible, todo puede suceder (pensaba estar inmune a eso). Para la próxima vez estaré preparado, creo que no corro el riesgo de hacer como ciertas personas que aprueban su propia conducta o la repiten, diciéndose a sí mismos que nada pueden hacer. No pude hacer nada, pero la próxima vez podré. Es tarde para influir en mi matrimonio, pero no para una futura relación.
No puedo confundir una de las crisis (hubo una al principio del matrimonio, otra a los dos años de casado, después todos los fines de año hasta la separación) con una crisis única, pues, cuando Jan se ponía en crisis a causa de su familia – el fin de año era una época terrible para ella – o en crisis profesional, le echaba la culpa al matrimonio y a mí y yo era siempre paciente, esperaba a que pasara y todo volvía a la normalidad. Hubo una crisis seria en los dos últimos años. Bueno, pero no lo puedo confundir con un alargamiento de una crisis de hace cinco años, o tendría que considerar otras crisis también en el recuento para decir que el matrimonio fue una crisis única desde el primer día…yo sé que la traición es una falta imperdonable y que quizá eso haya sido la causa inconsciente de una falta de reconciliación al cabo de diez años. Sin embargo, no creo en esa hipótesis; sería muy simplista de mi parte. Hay que encontrar y conocer el contexto de cada crisis, de cada pelea ya que sino puede haber un reduccionismo a un solo hecho…ese momento de “debilidad” – traición – había sido construido hacía mucho tiempo, cuando, a los años de casado, de manera creciente, Jan me “empujaba”, puede que por alguna culpa en la consciencia, hacia afuera de la relación con peleas constantes y sin sentido. Tal vez yo haya sido poco paciente, Jan siempre fue muy mimada, individualista, hija menor de una familia de seis hijos, fue acostumbrada a hacer siempre lo que quería y como quería y es posible que esa manera irresponsable de llevarse la vida lo haya empeorado todo. Tampoco fui siempre paciente. Era en esas ocasiones de crisis que esto surgía. Nunca sabré si, en esos momentos, la culpa era mía por no haber sido todavía más paciente de lo que ya había sido o si eran momentos “inevitables”. De todas formas, fueron varias las situaciones de crisis, no apenas una que se alargó.
No sé, hace más de diez años que no me enamoro…supongo que ahora sea más exigente, ya que no me enamoro más y he conocido a mucha gente.
Ahora soy solitario, no suelo ir a ningún lado. Uno tiene que estar casado diez años para entender que los amigos de la pareja no son amigos de cada uno de los dos. Es curioso, pero verdadero. Los viejos amigos solteros han desaparecido con el tiempo, incluso por el matrimonio. Los nuevos amigos son muy recientes y es difícil. Me parece difícil que me adapte si no tengo al menos una compañía para hacer “programas de pareja”. Así que lo que me queda es una merienda a veces, cuando hay algún intervalo, como máximo, y es complicado traspasar esta barrera. Soy un poco lento para hacer amigos. Generalmente llevo muchos años para llegar a un nivel de amistad que considere ideal.
Este abismo hace pensar…
Vi una película titulada “En lo más crudo del crudo invierno”. Básica, entretenida, perfecta…una película tan buena como un beso…Retrataba los problemas de un grupo de teatro. Vi perfectamente todo lo que Jan vive: angustias, frustraciones, miedos, placer, éxito, reconocimiento, todo en la justa medida. La mejor película de teatro que haya visto. Lloré un poco durante la película, un poco más después…fui a trabajar, pero antes pasé por el videoclub y compré una copia de la película. La compré para dársela a Jan, y después me acordé que no podía hacerlo; no era su amigo, ni nada y eso a Jan no le iba a gustar…más tarde, aquí, me puse a pensar sobre eso de estar lejos de Jan: “desesperanza”. Me puse fatal, lloré, lloré mucho, hasta que me dormí.
No sé dónde poner mis besos, perdí la noción de lo que es desperdicio, y pensé: “¿Para qué comprarle una copia de la película a Jan? Ella probablemente ya la habrá visto… ¿Será eso el desperdicio de un beso? ¿Querer darle cariño a alguien que ya no lo quiere?
Un día, una amiga me preguntó sobre el matrimonio, pues vio ese enorme vacío en mi vida, ese agujero en el suelo, y pensó que el matrimonio debía de ser una cosa muy mala y que yo, probablemente, creía que ella no debería casarse.
– ¿El matrimonio no ha valido la pena?
Sí que ha valido la pena, por supuesto. En un cuestionario, hace poco tiempo, había un espacio para completar que decía:
– ¿Cuál ha sido la mejor cosa que has hecho en la vida?
Y mi respuesta, rotunda, fue:
– ¡Casarme!
El matrimonio es como el helado. Es como el chocolate. Es… ¡estupendo!
Jamás voy a negar que el matrimonio es maravilloso; todo mi estado de tristeza y depresión es porque mi matrimonio ha sido la mejor época de mi vida. Si hubiera sido mala, estaría bien con la separación, me habría recuperado más rápido. El problema es: ¿Quién se va a encajar en mi vida tan perfectamente como Jan? ¿Quién me va a despertar deseos cada vez que la vea aún después de tantos años? ¿Quién me va a dejar orgulloso para que la pueda admirar sin dudarlo? ¿Quién me va a completar en tantas cosas como Jan lo hacía? No es la “persona” es la “relación” que me deprime: si alguien que tenía tanto que ver con mi vida, cosa tan rara, no ha durado casi nada como mi pareja sino apenas diez años, imagino cuál será la posibilidad que tengo de ser feliz con las demás personas que estoy conociendo y que no encajan con mi manera de ser, pensar, sentir, actuar…
Todo eso me deja una sensación de impotencia ante el destino, de incapacidad de ser feliz con alguien otra vez, de incapacidad para librarme de un abismo…me hace ver que mi mejor oportunidad de volver a vivir es estar completamente solo. La impresión es que ya viví toda mi cuota de felicidad posible, que no me haría falta nada más que sobrevivir por aquí; pero todo eso no es nada, esa tristeza inmensa no es nada comparada con la felicidad que tuve. Es por eso que jamás podría decir: “no te cases”. Yo digo: Cásate, sé feliz, vive plenamente y cuida todos los pequeños momentos, como lo hice yo, para que no te olvides de nada; pues si dura poco, como me ha pasado a mí, aún así habrá valido la pena.
Sí, pero: “tras el llanto viene siempre la bonanza”…
Yo podría pegar aquí aquellas frases de los diarios de las niñas que dicen:
– Sonríe, aunque sea una sonrisa triste, porque más triste que una sonrisa triste, es la tristeza de no saber sonreír.
Pero eso es una gran tontería, por supuesto. Mejor llorar mucho, convivir con esas obligaciones que no nos gustan…yo también tenía que hacer algo otro día y me quedé durmiendo, escondido, con miedo. Y comer hígado es una mierda…si la vida es hígado, mejor no comerla.
¿Y si estamos equivocados? Quizá no sea hígado, quizá sea helado, ¡y no nos hemos dado cuenta! Como dije en otro momento, me quedé aquí con un beso a ser dado y sin una boca, porque mi deseo se moría conmigo. La boca de Jan venía a mi mente y simplemente estaba aquí…pero, ¡a ver! Yo tenía la película, “En lo más crudo del crudo invierno”, en mis manos y se la llevé a Jan, puesto que iba a pasar cerca de allí. Le pregunté, cuando llegué, si la conocía y me dijo:
– ¡Sí! ¡Esta película es maravillosa! ¡Es increíble!
Entonces le dije:
– Es para ti…un regalo. Cuando la vi me acordé de ti y pienso que debe ser tuya.
Jan me abrazó y me lo agradeció contenta. Asique, aunque sin boca, el beso ha sido dado, ¿no les parece? Yo estoy contento con el gesto, Jan está feliz con la vida y estamos todos felices dentro de lo que es posible…Es bueno poder dar un beso de corazón y que alguien a quien queremos reciba ese beso de corazón…abierto.
Pues, es eso: quizá la vida sea hígado, algunos nacen gustándoles esa porquería asquerosa; son como aquellas personas que están siempre sonriendo, bellas, la vida llena de sol, pajaritos en la ventana, mariposas…y hay otras personas que odian el hígado, que entre tener que comerlo, sentir su olor desagradable o morir, prefieren no vivir. También está el caso intermedio, la mayoría: personas que no odian el hígado, a quienes simplemente no les gusta mucho o nunca lo han probado.
En caso de tener que comer hígado algún día, échenle mucha sazón, cebolla, ajo o algo que les guste mucho y que le quite el sabor malo a la carne…el gran descubrimiento de la vida está ahí: tomar la vida, que sabe mal, con un montón de patatas fritas y todo lo que haya de bueno para distraernos de aquel olor y sabor horribles.
Copyright Victor, 29/30 Mayo 2002