¿ALGUIEN VIO A MI PERRO?
Monólogo en único acto
Victor M. Sant’Anna
(Para mi novia)
13 de Junio de 1999
Traducido del portugués al español por Jorge Medero (jgmedero@yahoo.co.uk)
Revisado por Vanina Schembari (@gmail.com)
¿Alguien vio a mi perro?
Copyright Victor M. Sant’Anna 2007
Mmm…Es época de elecciones, ¿no? Yo voté a aquél intendente que construía viaductos. ¡Qué buen intendente era aquél! Los viaductos son buenos, cuando la gente no tiene casa… en aquellos tiempos, todo el mundo fue a vivir debajo del viaducto, pero el intendente siempre mandaba a construir otro más. Cuando un viaducto estaba lleno, ellos rápidamente tenían otro listo. ¡Qué planeamiento urbano! Cuanta más gente venía, más viaductos construía. ¡Uno, dos, tres, diez…! ¡Si él no hubiese huido a Suiza, todo esto sería un gran viaducto! No eran viaductos cualquiera, con goteras! ¡No! ¡Eran viaductos de primera! ¡Hasta viaductos por los que no pasaban autos mandó construir! Muy bueno, solamente me faltó votar por mí.
Después vino aquél intendente que ayudaba a los más pobres. Aquél… daba comida a la gente cuando era candidato, hacia una fila enorme, apretaba la mano de las personas. Los abrazaba y se sacaba muchas fotos. Pero sólo los abrazaba si se sacaban una foto, si no había un fotógrafo ni se acercaba. La comida que les daba ni siquiera él tenía el coraje de probar, ni siquiera mi perro hubiese comido eso. Pero bueno, un político es así… aprietan la mano de los pobres antes de la elección y la de los ricos después… Para mí, intendentes buenos son aquellos que construyen viaductos para que las personas vivan y no los que dan comida a los pobres. Porque bien o mal, la gente está acostumbrada a revolver. La comida de la basura de los ricos es mucho mejor que la comida que ellos le traen a la gente en época de elecciones. La comida que ellos traen no vale nada. Ni gusto tiene. Tiene mal olor. Después no se puede estar ni para dormir, el olor es insoportable. ¡La gente se puede llegar a morir del olor!
¿Estoy hablando de más? Yo no era de hablar tanto, antes… después me fui quedando más solitario y ahora estoy hablando tanto… tanto… ni mi perro me aguanta a veces. Él no es de reclamar mucho, pero a veces se vas a dar unas vueltitas cuando está cansado de escucharme. Él siempre vuelve, pero tengo miedo que algún día decida salir a comprar cigarros… Porque la gente, cuando sale a comprar cigarros… ustedes saben, que no siempre vuelve.
En la escuela la maestra decía: ¡Ustedes son el futuro de la nación, deben aprender a hablar y a escribir bien! Yo no lograba expresar lo que sentía…lo intentaba, lo intentaba, lo intentaba… pero nadie escuchaba lo que yo decía. ¡Yo quería decir lo que estaba sintiendo, pero no sabía cómo! Nadie me enseñó eso. La gente se quedaba haciendo cuentas sin fin, que yo nunca logré resolver. Nadie me enseñó a conversar ni a exponer mis sentimientos. Eso lo aprendí mas tarde. Las cuentas… yo hacía las cuentas con los dedos. Y dibujaba. Pasaba los días dibujando y pintando. ¡Ah!¡Qué inútil era! Pintaba el cielo de azul. Todo el día. Cielo azul, tierra marrón, pasto verde…cielo azul, tierra marrón, pasto verde…cielo azul, tierra marrón, pasto verde…
Un día pinté el cielo de gris y el suelo también de gris. Fue el día en que aprendí a pintar lo que estaba sintiendo. Y se lo mostré orgulloso a la maestra. Pensé que ella también iba a estar orgullosa de mí. Sin embargo se enfureció:
-¿Dónde has visto pasto gris? ¡Pinta bien eso, ya!
¿Yo le iba a decir que no era pasto sino cemento. La vereda es de cemento, pero… ¿ella me dejó? ¡No quiso escucharme! Y yo sólo temblaba:
– Pero… lo que… pero… maestra…
-¡Píntalo ahora, te lo estoy ordenando! ¿Quieres que la gente piense que yo no te enseño nada? ¿Quieres pasar por arriba de mi autoridad? ¿Tengo años de experiencia, me estás escuchando? ¿Crees que sabes más que yo? Yo hice 10 años de facultad y me especialicé, ¿y ahora viene cualquier chiquilín y me dice cómo se pinta un dibujo? ¿Ya no basta que sus padres quieran enseñarme a hacer mi trabajo? ¿Ya no basta que el sector pedagógico quiera enseñarme cómo hacer mi trabajo? ¡Todo el mundo queriendo meterse! ¡Hasta el director anda queriendo meterse en mis clases! ¡Donde se vio esto! ¡Él ni medias usa! ¿Dónde se vio que alguien que no usa medias sepa enseñar?
– Pero… señora……
Me mandaron a la sala del director, por falta de disciplina. El director no sabía nada sobre enseñanza, como pude ver por la ausencia de las medias.
– Siéntate ahí, niño.
– Sí, señor.
-¿La maestra es como la segunda madre, sabía usted? Me quedé helado. ¡Esa información era una novedad para mí!
-¡Pero la gente la trata de tía!
¿Qué estás diciendo, niño? ¿Qué indisciplina es esta? ¡Más respeto, por favor!
¿Ya notaron que siempre le están inventando nuevos parientes a la gente? La escuela es buena, pero hay que respetar a la maestra. Hay que hacer exactamente lo que la maestra manda, si no…Hubo una vez una maestra me golpeó. Ella siempre decía:
-¡Quien erra las cuentas no vale nada!
Ella se sentía importante porque podía hacer los cálculos exactos. Yo sabía hacer ecuaciones hasta de ojos cerrados; sabía coseno, cosecante hiperbólica, transponer de matriz, cálculo diferencial, integral…hasta cálculos renales sabía hacer. Pero en el momento de hacer las cuentitas…siempre la erraba. Y la vieja maestra venía apuntando con su dedo:
– ¡Quien erra las cuentas no sirve para nada!
Yo las hacía, las rehacía y las rehacía de nuevo y siempre con nota baja. Estaba casi desistiendo de la escuela cuando descubrí que ella había errado en la suma de mis notas y ni siquiera me había pedido disculpas. Ella solamente me dijo que era un pequeño error y yo le dije:
– ¡Quien erra las cuentas no sirve para nada!
¡Me castigó duramente, pero valió la pena decirlo!
El director de la escuela, después de algunos días conversando con todo el mundo, me llamó para conversar. Nos sentamos la maestra y yo, lado a lado, en silencio.
– Este caso es muy grave. ¡No podemos permitir este tipo de violencia en nuestra institución! ¡Tenemos una tradición en la enseñanza que precisa ser resguardada! El directorio ya decidió por unanimidad y todos apoyaron la decisión que se tomará. La única decisión posible es la expulsión.
Yo dije bajito:
– ¿Sólo por causa de un momento de debilidad?
Pensé para mí mismo:
– ¡Pobre…van a expulsar la vieja maestra!
¿Quién creen que fue expulsado? ¿Piensan que fue ella? ¿Eso piensan? ¿Ustedes piensan? ¿Alguien aquí piensa?
Maestra… yo entiendo su posición. El director llama y dice:
– ¡Hazlo así, de esta manera! ¡Hazlo como yo te digo, fue así como yo aprendí!
– Ah, ¡entonces es por eso!
Yo no tendría el coraje de poner en esta escuela ni a mi perro.
Están siempre encontrando un nuevo pariente para la gente. Porque será, ¿no?
Había un candidato que estaba convencido de que era mi padre. Bueno, ¿adónde se vio una cosa así? ¿Acaso soy hijo de político? Ellos venían y decían:
– ¡Ese hombre es el padre de los descalzos!
Ya aparecieron por aquí el padre de los pobres, el padre de los descamisados, el padre de los sin techo, el padre de los descalzos… está lleno de políticos queriendo ser padres.
Hubo uno que se llevó nuestra ropa y distribuyó unas camisetas que decía: «fulano de tal, padre de los desamparados». Yo les dije que estaba mal escrito, pero me mandaron a callarme y a sonreír para la foto.
-¿Pueden devolverme mi camiseta? Es una amarilla.
Mi camiseta de la selección era mucho mejor que aquella porquería que me estaban dando.
– Ya están en el camión, vamos quemar todo.
– ¡Pero yo les voy a devolver las camisas de ustedes!
-¿Qué estás reclamando? ¿Están recibiendo ropa nueva y no la quieren? ¡Tienen que continuar pobres!
Con ese ni siquiera intenté dialogar…con gente así no se puede ni siquiera tratar de conversar. Tenía mucha educación, nivel social elevado y tu sabes… ellos van rápidamente a los golpes. Ese era muy fuerte para un diálogo, asique agarré mi camiseta de una montaña de trapos. Él agarró la otra punta. Él tiraba de un lado y yo tiraba del otro y la camisa se iba alargando. En breve iba a tener dos. Al hombre no le estaba haciendo ninguna gracia asique llamó a algunos amigos. Amigos de él, porque míos seguro que no eran. Asique salí corriendo. El problema fueron los zapatos nuevos. No estaba acostumbrado a ellos… los hombres corrieron detrás de mí y luego me alcanzaron… me golpearon -pero fue un poco- y me empujaron barranco abajo. Di vueltas y vueltas, y rodé hasta aquí. Aquí esta bueno, a mí y a mi perro nos gusta mucho. No hay gente y de vez en cuando tiran buena comida, pero dejo claro que el viaducto era mucho mejor. Hay algunos lugares que son muy malos y otros mejores…
Lo que es feo es la cárcel. Quiero decir…tan mala no es, pero no te dejan salir ni tampoco tener perros. Hay comida, bebida. No había perros pero había una osa y un coyote. ¿Ya conté eso?
El coyote quería que yo fuese su mujer. La osa quería que fuese su marido. Se peleaban mucho…
– ¡Calma, calma, no se peleen!
¡No sirvió de nada! ¡Nadie me escucha! Ellos se pelearon tanto hasta que un día terminaron matándose. ¡Y delante mío! La osa abrazó al coyote y el coyote abrazó a la osa. Se quedaron rodando de un lado al otro toda la noche. Y yo mirando. Rodaban, rodaban…y yo pensaba: la cárcel es buena, pero yo no quiero quedarme rodando de un lugar para otro…además de sacarme la libertad voy a tener que pasarme el resto de mi vida rodando de un lado a otro sin parar. Fui a dormir un poco. Cuando desperté ellos estaban muertitos delante mío. Uno mató al otro y el otro mató al uno. Y ambos murieron, claro.
¡Había mucha gente alrededor, mirando! ¡Los otros presos y los guardias creyeron que había sido yo! Vieron los muertos allí, delante mío y yo durmiendo… qué sé yo… van a ver que pensaron que yo era sonámbulo. Solo sé que comenzaron a llenarme de regalos. Revistas, caramelos, papelitos blancos, sobres con dinero, armas, cuchillos, revólveres, una ametralladora…habanos y cigarros tenía una pila de este tamaño. Me trataban como si yo fuese el dueño de la prisión. Hasta los guardias me respetaban. Hacían de todo por mí: limpiaban mi celda, lavaban mi ropa, todo. ¡Sólo les faltaba lamerme! Yo extrañaba a mi perro, pero no podía quejarme. ¡Hasta la camisa de la selección me dieron! Aquella que les dije antes, ¿recuerdan? Pues era… ¡poderoso! ¡Era tan importante que un abogado vino y me sacó de la cárcel! El mismo abogado que me había metido en la cárcel por haber robado una camiseta de la selección. ¿Cómo se puede entender a esta gente?
Recuerdo muy bien mi juicio. Yo estaba muy nervioso y no entendía muy bien. El juez parecía muy bueno, hablaba suave; pero el otro tipo, el fiscal, decía:
¡Excelentísimo! No se trata de un simple caso de robo de comida, no se trata de un simple caso de desigualdad social. El robo de alimento podría hasta ser reconsiderado a los ojos de la justicia social, ¿pero qué justificación podremos encontrar para el robo de una camiseta? ¡Una camiseta de la selección no pasará jamás de un crimen frívolo! La situación social no tiene ninguna conexión con este caso. ¡No hay manera de atenuar este acto criminal, como dice mi ilustre colega! ¡El abogado de la defensa está intentando encontrar recursos para esconder la índole criminal de su cliente!
El que me defendía, el tal abogado de defensa, se vestía muy bien. Era tan bonito…alineado… bacán… Me decía cuando tenía que levantarme, cuando tenía que sentarme, lo que tenía que decir:
-¡Levántese! ¡Siéntese! ¡Levántese! ¡Siéntese! ¡Diga «culpable»!
Hasta para avisarme discretamente por debajo de la mesa él era elegante…qué bien que hablaba aquel hombre. Pero fue todo una mierda, no ayudó en nada. Y todavía lo escuché acordando tomar un café con el otro, tan pronto como dos guardias me llevaron preso… Yo quería explicar por qué había agarrado la camiseta, ¡pero nadie quiso oírme! ¡No me dejaron! Mi abogado me decía:
– Calma, calma, deja todo conmigo, yo ya estoy acostumbrado a defender a gente como usted…
Me quedé imaginándome mientras me arrastraban, si él no se había olvidado de decir que era como un hermano para mí…
Bueno, por lo menos yo conseguí salir de la cárcel sin haberme escapado, lo que es muy bueno. En el manicomio no había sido tan fácil. Ahí sí que es horrible…fue mucho antes de la cárcel… ¿ya les conté?
Ellos me dieron un tacho de metal y como no tenía nada que hacer, me quedaba golpeando el tacho contra las rejas todo el día… “¡blim-blim!”
Era un lugar horrible, pero había algunas cosas buenas allí. Siempre pasan cosas buenas, hasta en los peores lugares…había un muchacho con una túnica blanca, muy bueno; me llevaba a una pieza y se quedaba conversando conmigo por horas. ¡Pobre muchacho… estaba lleno de problemas en la cabeza!
También tuve clases de Informática. ¡Eso mismo! ¡Tengo un diploma de Técnico de Procesamiento de Datos! Tenía clases una vez cada 15 días; me llevó unos 3 años terminar el curso. ¡La tercerización es una mierda! Fui compañero de Bill Gates…y de Napoleón Bonaparte. Bill no servía para nada, pero Napoleón sabía programar bien. Nos quedábamos escondidos tras el escritorio del director y esperábamos el horario de dormir del guardia nocturno. Los computadores del curso eran una porquería, pero en la sala del director había un computador nuevito, muy bueno, lleno de lucecitas… él no sabía usarlo bien, claro, ¿pero han visto alguna vez a un director que sepa usar un aparato?
De tanto usar el computador un día nos descubrieron: ¡estaba usando el computador y me adormecí! ¡Justo en el silla del director! Fue entonces que comenzó el terror. Inyecciones todos los días. Fue horrible. El director venía siempre a preguntar si sabíamos algo…
– ¡Sé de varias cosas!
No sé lo que el director pensaba que sabíamos, pero Napoleón desapareció… nunca más lo vi. Y conmigo continuaron las inyecciones. ¡Todos los días! Inyección en el brazo, inyección en la pierna, inyección en la cabeza, inyección en la cola… Ustedes saben que hay gente a la que no le gustaba que se las dieran en la cola, pero eso es porque nunca se las dieron en la cabeza.
Un día me escapé. Esperé el horario en el que el guardia nocturno dormía…estaba roncando. Él se durmió más tarde aquel día, y yo estaba medio dopado pero, con tanta inyección, ya no me hacían el mismo efecto. Yo sabía que no era bueno huir, ¡pero estaba quedando todo agujereado!
Volví a la calle, bien cerquita del lugar donde la policía nos había agarrado la primera vez. La policía no nos llevaba a la cárcel en aquella época… nos golpeaba un poco y nos llevaba directo al manicomio. Ellos pensaban que vivir en calle era cosa de locos. Cuando salí del loquero la cosa ya era diferente. Pero era una época mejor que ahora. Ellos no los llevan más a la cárcel… Nadie sabe dónde los llevan; hasta ahora nadie volvió para contarlo…
La ciudad estaba bien diferente. ¡Hasta shopping había! Pasé mucho tiempo en la calle… Un día iba pasando delante de una tienda que tenía un cartel que decía: «lleve tres y pague dos». Era una oferta de camisetas de la selección. ¿Pero quién iría a comprar tres camisetas de la selección? ¿Algún tarado?
Yo me quede pensando, con un poco de matemática que había aprendido:
– ¿Si yo llevo tres y pago dos, entonces puedo llevar dos y pagar una? ¿Quizás me puedo llevar una y no pagar nada?
Pero no me dejaron ni preguntar. El muchacho de la tienda, que andaba así, rengueando con la pierna derecha, llamó a otro, que era fortachón, que andaba así, rengueando con de la pierna izquierda. Cada uno me agarró de un brazo y me llevaron para un cuarto en el fondo. Me quede un día entero ahí. Cuando la policía me llevo a la jefatura, por suerte un hombre que era de los derechos humanos me soltó y me dijo:
– Ellos no pueden hacerte eso, usted fue mantenido en una cárcel privada y eso es un secuestro. No se preocupe, yo lo voy a ayudar.
No me preocupé, pero después de eso el hombre nunca más volvió. Una vez lo vi en la tele: era diputado, senador… pero después estuvo metido en el desvío de fondos y a su partido le pareció mejor colocarlo en un lugar menos complicado, por lo que pasó a ser secretario de seguridad.
Él estrechó mi mano aquel día… a ellos le gusta apretar mi mano y sacarse fotos. Creo que mi mano da suerte. Esta mano ya transformó a un candidato en intendente, gobernador, diputado… Y si yo me aprieto mi propia mano… ¿también llegaré a ser político?
– ¡Ay qué miedo…!
¿Alguien vio a mi perro? Él es grande, así…anda así, hace pis de esta manera, ¿saben? Tiene dos orejas. Yo sé que los perros generalmente tienen dos orejas, pero yo lo digo porque ya conocí a un perro que no tenía. Fue en una perrera de la intendencia. En aquella en la que un cantante de Rock tuvo un encuentro con su novia, ¿se acuerdan?
Yo iba hasta ahí a buscar la comida de los bichos. Ya sé que no estaba bien: cambiaba la comida de los bichos por la comida que el gobierno nos daba a los pobres. ¡Pobres perros ahora tengo pena de ellos! ¡Murieron tantos!
Fue allí que vi un perro sin ninguna oreja. Él escuchaba todo, pero no tenía orejas. Algunas personas tienen orejas y no escuchan nada, pero ese animal era lo contrario. Una vez solté todos los bichos, pero ellos no querían irse. Hay bichos que son así, si se les da libertad, ellos no saben agradece; se quedan ahí, hechos unos tontos, esperando su destino. Una vez hasta hablé con ellos: les di consejos, orientación política, amor, cariño… ni siquiera golpearlos sirvió. Como líder político de perros no me fue muy bien. ¿Pero hay algún líder político al que le haya ido bien?
Aquél perro había perdido su oreja a causa de un error médico… Era un perro fino, fiel, obediente y de dueño rico. El dueño hacía una señal con los dedos y el animal venía corriendo moviendo su cola. Pero su dueño, que vivía solo, tuvo un mal repentino y murió… y no dejó nada: testamento, plan de salud, nada… Imaginen la situación: un día con casa, comida tres veces al día, baño semanal, corte de pelo mensual, veterinario, boutique, perfume… ¡al otro día la dura realidad de la vida en la calle! ¡No saben lo horrible que es la vida de perro! El pobre animal no resistió e intentó tirarse delante de un auto. Por allí venía un auto, el animal saltó, el auto frenó, derrapó, se desvió y se fue… el bicho no sufrió nada…pero esperen:
– ¡Cuidado con la bicicleta!
Pobre bichito… lo llevaron a la perrera. Estaba lastimado, pero no seriamente; apenas una oreja que precisaba ser amputada…pero ya sabes cómo es el servicio público…le amputaron la oreja equivocada y al final terminó perdiendo las dos.
Ver perros sin orejas es raro, pero perros sin cola los hay y muchos. ¿Pero, para qué sirve la cola del perro al final? Siempre se corre el riesgo de dejar la cola atrapada en algún lugar. Y cuanto más la mueve más peligroso. La sacude para acá, la sacude para allá y, un día, cuando menos se lo espera, puede quedar con la cola atrapada. Es mejor tener la cola corta.
La cola tampoco ayuda mucho cuando se nada. Mi perro no sabía nadar, tuve que enseñarle. Una vez, cuando estábamos viviendo debajo del puente, hubo una inundación. El agua subió tanto que tuvimos que salir nadando. Había gente salvando a las personas: eran bomberos, policías, un montón de gente. Largaban una cuerda, pero el perro no sabe subir por una cuerda. ¿Intentaron ensenarle a un perro a subir por una cuerda? Mi perro salió nadando, pero yo no tuve tanta suerte y fui salvado por los bomberos. Estaban llevando a los afectados a un refugio. Estaba lleno de gente, era un gimnasio deportivo, enorme… Yo dije que no quería quedarme, que no practicaba deportes, pero nadie quería oírme y no me dejaron salir. Tenían orejas, pero no me escucharon. Tuve que quedarme.
Las familias habían perdido sus casas en la inundación y recibían ayuda de todo el mundo. Nos quedamos bastante tiempo por allí. Pasó una semana, dos, tres… la inundación ya había pasado, pero continuábamos ahí adentro. La prensa venía y sacaba fotos, filmaba.
-¡Pongan cara de pobrecitos! ¡Más tristes!
Nos mandaban comida, hacían un show para recaudar dinero y otras cosas…pero nunca nos invitaron a ningún un showcito… Comida había bastante, nunca comí tanta galletita. Ropa vieja también había. Nunca vi tanta ropa vieja. ¡No sé de dónde sacaron tanta! Debe existir alguna fábrica de ropa vieja en algún lugar. Donde ya fabriquen las ropas rotas en el fundillo o en los sobacos.
Como no tenía nada que hacer, me quedaba jugando con los niños. No sé de dónde salían tantos niños…quiero decir, yo sé de donde salen, ¡incluso ayudé en un parto allá en el gimnasio! ¡Pero no sé cómo hay tantos niños en el mundo!
Una noche había una mujer gimiendo… fui hasta ahí, a ayudar… llamaron a una ambulancia, pero nadie sabía qué hacer mientras los médicos no llegaban. Ahí estaba yo, colaborando en un parto. Situación complicada: una mujer retorciéndose de dolor y yo gritando:
– ¡Sal de ahí, muchacho, ven para afuera!
¿Piensan que el niño me escuchaba? ¿Eso piensan? ¡No! Se quedaba ahí adentro, bien calentito, bien abrigado, nada de querer salir. Y yo intentaba calmar a la mujer:
-¡Calma, que yo ya vi muchos partos de perras!
Pero ella no se calmaba. Yo no sabía si debía meter la mano y tirar o esperar. Las personas se quedaban mirando alrededor nuestro y no hacían nada. Ni siquiera una palabra decían. Unos tontos. Finalmente, la criaturita sacó la cabeza para afuera, para dar una miradita…yo no sabía si agarrarlo y tirar, si apretar la barriga de la mujer… ¡Ay, qué preocupación! Es por eso que yo prefiero a los perros, con ellos todo es más eficiente.
La mujer continuaba gritando de dolor, pero el niño era bien rápido y ya venía saliendo:
– Calma, calma, todo va estar bien… ¡lo peor que pude pasar es que el bebé nazca muerto o que usted muera por falta de un médico!
Yo ya estaba con ganas de desistir y meter a la criatura de nuevo hacia adentro, pero no podía dejar el trabajo por la mitad ¿no? No iba aquedar muy cómodo andar por ahí con la mitad de la cría afuera y la otra mitad adentro. Sin contar los inconvenientes… ¿cómo iba a hacer esa mujer para sentarse?
– Vamos, niño, ¡sal rápido de ahí! ¡Empuja, mujer!
¡Qué chico terco! Demoró mucho para salir. Recién salió cuando los médicos habían llegado. Cuando los médicos estuvieron allí ella hizo un esfuerzo extra y… ¡plop! Salió la criatura. Los médicos se hicieron cargo de todo y la madre quedó muy agradecida. Quería que yo fuese el padre del niño. De nuevo esa historia de inventarle parientes a la gente…
La vida en el refugio se estaba tornando muy aburrida; las personas comenzaron a volver a sus trabajos y los que no tenían casa también debían trabajar… Comenzaron a dejarme a los niños para que yo los cuidase. Al principio eran los niños más grandes y era fácil, yo me quedaba todo el día corriendo dentro del gimnasio, de un lado para otro… pero después comenzaron a dejarme a los más pequeños también. Uno, dos, tres… se estaba poniendo muy complicado. Cambiar pañales, limpiar, darles la comida. Todo al mismo tiempo. ¿Y a la hora de amamantar? Todos con hambre, faltaba teta para tanta boca… fui quedando cada vez más y más flaco…
Finalmente todos se fueron, incluso los que no tenían casa y yo pude volver a estar con mi perro. El estaba ahí, esperándome… No me abrazó, ni me sonrió ladrando, ¡pero sentí que él estaba feliz con mi regreso! Él no había estado solo todo ese tiempo: tuvo un romance con una perra, pero fue algo superficial, nada importante. La culpa fue mía, ¡estuve lejos durante más de un año y ni siquiera lo llamé por teléfono! La comunicación es muy importante en una relación. No se puede convivir con alguien sin tener un diálogo.
Ah, hablando de diálogo… ¿ustedes conocen la historia del tigre? ¿Aquella obra de teatro? ¿No la conté todavía?
Yo estaba en la cima, presentando una obra de teatro. En aquella época yo creía en las artes, todo el mundo me elogiaba y estaba a punto de recibir un premio. Entonces vino una mujer poderosa, que con toda la razón me dijo que mi pieza no tenía una connotación política correcta. ¿Entienden? Bueno, yo tampoco pero después vino otro hombre:
– ¿Monólogo? Un monólogo… no es arte.
Caí sentado. No me salió una palabra. Y el dueño del texto, para peor, todavía me pidió un millón de dólares para presentar su obra… ¿pueden creerlo? Aquel italiano que decía que era socialista y que ganó el premio Nobel… ¿cómo era su nombre? Un millón… pobre… si él supiera que aquí en este país su texto no es considerado arte… tal vez hasta me haría un descuento.
Bueno, debo encontrar a mi perro. A mí me gustan muchos los perritos… los políticos, los maestros, los directores… ninguno de ellos vale lo que vale un perro. ¿Saben por qué los perros son bichos de confianza?
– Porque no intentan aparentar todo el tiempo que son gente.
Hola Mi nombre es miguel y quiero trabajar en este monologo muchas gracias por el material y ojala suban pronto otros.
hola buenas tardes estoy iniciando un grupo de tetaro y me gustaria poder contar con el texto del monologo dentro de mi repertorio a representar
Gracias!
Hola , buena tarde, me gustaría descargar si texto para posiblemente montarlo, es eso posible?